lunes, 7 de enero de 2013

Tina y la ardilla (by my own)

A las afueras de un pueblo, vivía una vez una niña llamada Tina.
Tina era una niña que no podía estarse quieta en ningún momento. Jugaba y corría durante horas y no le tenía miedo a nada.
Una mañana se alejó de casa para jugar como de costumbre. Solía jugar ella sola en un riachuelo que había cerca de su casa. No tenía hermanos ni conocía a ningún niño que viviera en alguna casa cercana. Así que jugaba ella sola o con algunos animales que encontraba.
Esa misma mañana, Tina se encontraba inmersa en su juego; trataba de hacer que una piedra sobrevolara el riachuelo hasta dar al tronco de un árbol inmenso donde había varias ardillas durmiendo. Intentaba despertarlas con esas piedras pero veía que era algo muy difícil de conseguir. Entendió que si se acercaba al árbol y cruzaba el riachuelo podría golpear con más fuerza y así las ardillas se despertarían con toda seguridad. Sin embargo, su padre le tenía dicho que no debía pasar al otro lado del riachuelo, por muy fácil que le resultase hacerlo.
Tina recordaba las palabras de su padre mientras miraba a las ardillas dormidas, con tentación de despertarlas. Luego miraba al río y regresaba la mirada a las ardillas, de nuevo, esperando encontrar el empuje necesario para poder despertarlas sin tener que cruzar el río.
Divisó una forma fácil de pasar el riachuelo; encontró tres piedras casualmente alineadas en una zona donde el riachuelo parecía estrecharse. Se convenció de que no pasaría nada; que tan solo lo cruzaría, despertaría a las ardillas y volvería de nuevo al lugar del riachuelo en el que se encontraba; sin embargo, cuando comenzó a cruzar el riachuelo y se encontraba entre las dos últimas piedras, pudo darse cuenta del peligro que estaba corriendo; las piedras sobre las que estaba empezaron a temblar y separarse obligando a Tina a juntar sus piernas sobre la misma piedra. En ella trataba de mantener el equilibrio pero cada vez se movía más y más.
Tina, asustada se agarraba a la piedra lo más fuerte que podía. Sin embargo, y a pesar de sus esfuerzos, terminó cayendo. Sorprendida se encontró de repente en el suelo. Justo en el lado del río a donde quería llegar. Miró entonces al árbol en busca de las ardillas pero ya no había ninguna ardilla. Siguió mirando alrededor, esta vez al río  Buscaba las mismas piedras por las que había llegado ahí, pero no encontró ninguna piedra. Pensó en meterse, pero el riachuelo tenía mucha más agua de lo normal. Podía ser muy peligroso.
Quería volver a casa pero no sabía cómo hacerlo. Estuvo en ese mismo sitio pensando y pensando el modo de volver y lo mucho que sentía no haber hecho caso a su padre. Sentía que iba a quedarse ahí sola y todo había sido porque, encima, quería despertar a unas pobres ardillas que dormían plácidamente.
Tras llegar a este pensamiento se entristeció y se sentó con resignación a la orilla del río.
Poco después de sentarse sintió un par de golpes  en el costado derecho y miró para ver de qué se trataba. Alzó las cejas al descubrir con sorpresa que se trataba de una ardilla. La ardilla había escuchado sus pensamientos y trataba de ayudarla.

Tina, al verla, no pudo evitar pedirla disculpas y decirle lo triste que estaba por todo lo que estaba pasando. La ardilla sonrió y señaló el tronco de aquel árbol inmenso donde en un principio había estado durmiendo.
Tina miró a la ardilla y sin entender nada, se levantó y fue hacía el árbol descubriendo una especia de pasadizo. -¿A dónde lleva?- le preguntó a la ardilla, que simplemente sonrió y asintió esperando que Tina entendiese que era lo que estaba buscando. La única forma de volver a casa.
Tina, confió en la pequeña ardilla. Parecía estar segura de lo que estaba indicando. No había mucha más opción  tampoco, así que Tina se adentró en el pasadizo y pronto, sin apenas introducirse, pudo ver una luz que llevaba a la superficie. Se dirigió hacia allí y cuando se encontraba en la superficie pudo ver la parte de atrás de su casa. Echaba humo por la chimenea indicando que se aproximaba la hora de comer. Tina, muy contenta, corrió en dirección a su casa en busca de su papá. Entró en casa y le abrazó con todas sus fuerzas. Le pidió disculpas por lo que había hecho. El padre le explicó que quien te quiere, te cuida y era lo que él siempre había hecho diciéndole que no pasara al otro lado del río.
Se abrazaron de nuevo y prepararon la mesa juntos para poder comer. Desde una de las ventanas de la casa observaba la ardillita feliz, por el reencuentro. Estaba orgullosa de que la pequeña hubiese aprendido que había que ser cuidadoso con los animales además de que debía ser obediente.


jueves, 3 de enero de 2013

Pinocho I


Erase una vez en una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba más un día de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había construído este día. Al mirarlo, pensó: ¡qué bonito me ha quedado! Y como el muñeco había sido hecho de madera de pino, Geppetto decidió llamarlo Pinocho.
Aquella noche, Geppeto se fue a dormir deseando que su muñeco fuese un niño de verdad. Siempre había deseado tener un hijo. Y al encontrarse profundamente dormido, llegó un hada buena y viendo a Pinocho tan bonito, quiso premiar al buen carpintero, dando, con su varita mágica, vida al muñeco.
Al día siguiente, cuando se despertó, Geppetto no daba crédito a sus ojos. Pinocho se movía, caminaba, se reía y hablaba como un niño de verdad, para alegría del viejo carpintero. Feliz y muy satisfecho, Geppeto mandó a Pinocho a la escuela. Quería que fuese un niño muy listo y que aprendiera muchas cosas. Le acompañó su amigo Pepito Grillo, el consejero que le había dado el hada buena.
Pero, en el camino del colegio, Pinocho se hizo amigo de dos niños muy malos, siguiendo sus travesuras, e ignorando los consejos del grillito. En lugar de ir a la escuela, Pinocho decidió seguir a sus nuevos amigos, buscando aventuras no muy buenas. Al ver esta situación, el hada buena le puso un hechizo.
Por no ir a la escuela, le puso dos orejas de burro, y por portarse mal, cada vez que decía una mentira, se le crecía la nariz poniéndose colorada. Pinocho acabó reconociendo que no estaba siendo bueno, y arrepentido decidió buscar a Geppetto. Supo entonces que Geppeto, al salir en su busca por el mar, había sido tragado por una enorme ballena.
Pinocho, con la ayuda del grillito, se fue a la mar para rescatar al pobre viejecito. Cuando Pinocho estuvo frente a la ballena le pidió que le devolviese a su papá, pero la ballena abrió muy grande su boca y se lo tragó también a él.
Dentro de la tripa de la ballena, Geppetto y Pinocho se reencontraron. Y se pusieran a pensar cómo salir de allí. Y gracias a Pepito Grillo encontraron una salida. Hicieron una fogata. El fuego hizo estornudar a la enorme ballena, y la balsa salió volando con sus tres tripulantes. Todos se encontraban salvados.
Pinocho volvió a casa y al colegio, y a partir de ese día siempre se ha comportado bien. Y en recompensa de su bondad el hada buena lo convirtió en un niño de carne y hueso, y fueron muy felices por muchos y muchos años.

Pinocho II (by my own)


Sin embargo, el hada no les advirtió de que dicha recompensa no sería para siempre y que en caso de que Pinocho dejase de ser un niño bondadoso perdería su don y volvería a convertirse en un niño de madera.
Gracias a la escuela Pinocho empezó a juntarse con más chicos y chicas de su edad. Encontró amistad en ellos y pasaban juntos todas las tardes, aprovechando que eran esos los únicos ratos libres que sacaba de ayudar a su padre Geppetto con la carpintería.
Los amigos de Pinocho sabían que Pinocho sabía de carpintería y con la ilusión de tener una casa de madera en un árbol empezaron a presionarle para que hiciese esa casa para ellos. Para que juntos pasasen las tardes.
Un día Pinocho iba en busca de unas tablas buenas de madera y entre su búsqueda se topó con una casa aparentemente abandonada donde había bastantes tablas que podía coger. Por la cabeza de Pinocho no cabía más que  las prisas de sus amigos por hacer la casa. Ya había hecho otras casas antes pero ninguna fue del agrado de sus amigos así que trataba de imaginar cómo sería, esta vez, la casa que construiría. Y entre pensamientos iba cogiendo algunas tablas de madera que veía.
Cuando de pronto apareció un señor algo bajito de dentro de una de las habitaciones de la casa y le dijo a Pinocho:
- ¿Sabes? No hace falta que cojas esas tablas para hacer la casa. Yo te ayudaré a construirla con algo de magia, si a cambio, haces algo por mi.
Pinocho sorprendido sonrió tras escuchar las palabras de aquel señor y sin preguntar tan si quiera quién era ni que hacía allí, decidió que no podía que si aquel hombre le ayudaba con algo de magia, todo sería mucho más fácil. -La magia, anteriormente me ayudó ¿no? - pensó.- Además ya soy un niño de verdad.
Y tras saber que solo debía hacer que sus amigos permaneciesen en la casa para siempre, accedió se marchó.
Le parecía tarea fácil hacer que sus amigos entrasen y permaneciesen dentro de la casa, pues las otras veces entraron, sin si quiera pedírselo, y aunque no les gustaron ninguna de las casas que les hizo con anterioridad, permanecieron en ellas durante horas.
Esa misma tarde, Pinocho volvió al lugar donde conoció a aquel hombre, con sus amigos. Y un par de metros antes de llegar a la casa encontraron un árbol con una casa un tanto extraña que no habían visto antes. –Esta es- dijo Pinocho. Los amigos de Pinocho no estaban muy convencidos de querer entrar pero finalmente Pinocho les convenció diciendo que lo mejor de una casa no es su fachada, sino cuan confortable es en su interior.
Les abrió la puerta y empezaron, sus dos amigos, a comportarse de una forma extraña. Pinocho se paró antes de entrar y les observaba sin dar crédito a lo que pasaba. ¿Estaba hechizada la casa?
No sabía si entrar o no entrar y se quedó a fuera dudando durante unos minutos. Entre tanto, sus amigos dentro de la casa, no paraban de girar en círculos sobre si mismos, mirando al techo.
Pinocho estaba muy preocupado. Pero temía que sí entraba le ocurriera lo mismo. Fueron un par de minutos después de decidir no hacer nada al respecto, por la promesa que había hecho con el duende, que sintió como se acorchaban sus dedos de uno de sus pies. No entendía qué le pasaba pero resultaba ser algo molesto.
Pronto, la sensación le subió a la rodilla.
Se tocó la pierna y... -¡No es cierto!- pensó.
Su pierna era ahora de madera.
-¡No puede ser! ¿Por qué? Pensé que siempre sería un niño de verdad.
Entendió que cuanto más tiempo pasara peor se encontraría ya que sentía que poco a poco iba a ser de madera de nuevo. Así que decidió que ,al menos, sus amigos, debían salvarse. Metió la pierna en la casa y trajo con ayuda de su pie de madera a uno de sus dos amigos mientras giraba, como si de un bastón o un paraguas se tratara. Y le sacó de la casa mientras sentía que la otra pierna también se había vuelto de madera en el proceso.
Al salir de la casa, su amigo se sentó en el suelo a descansar mientras Pinocho trataba de salvar al ultimo de sus amigos, aun dentro de la casa.  Sin embargo, era muy difícil conseguir sacarle ya que no tenía apenas fuerza para poder tirar de él con sus piernas de madera y prácticamente todo su tronco. Decidió tras varios intentos pedir ayuda al amigo que primero sacó.
-Voy a convertirme en madera en cuestión de minutos y solo no puedo sacarle, cojéeme como si fuese un palo y tráele hasta fuera. La madera te impedirá que el hechizo te afecte desde aquí.
Y según terminó de hablar  se convirtió en madera por completo.
Fue entonces cuando su amigo, hizo caso de las indicaciones de Pinocho y sacó al muchacho que faltaba de dentro de la casa, exhausto.
Intentaron reanimar a Pinocho por todos los medios pero era imposible. Pinocho había hecho un trato con un duende malo y había vendido por una vía fácil todo cuanto tenía. Sin embargo, el trato que había hecho con el duende era justo lo contrario de lo que había sucedido. Pues los amigos de Pinocho debían estar dentro de la casa y no fuera.
Pinocho se vio elevado a unos metros del suelo mientras sus amigos lloraban por creerle un muñeco de madera de nuevo. En el aire pinocho dio una vuelta y tras un fogonazo de luz fue invirtiéndose el hechizo haciéndole un niño de carne y hueso otra vez.
En el proceso, apareció el hada que le concedió por primera vez el don de ser un niño de verdad y tras la transformación le dijo a Pinocho:
-Hace unos años, no te advertí de los peligros que supone ser un niño de verdad. Te concedí ser de carne y hueso por ser un niños bondadoso, mas, Pinocho, si dejas esa bondad volverás a ser de madera otra vez.
Hoy hiciste un trato que no debías haber hecho, y pusiste en peligro a tus amigos por ello. Sin embargo, los ayudaste cuando te necesitaron y te comportaste como el niño bondadoso que siempre has sido. Y es por eso que vuelves a ser de carne y hueso. Mas no pienses que siempre que te comportes bien tras hacer algo mal volverás a ser un niño de verdad, porque ahora ya sabes qué ocurrirá si no eres bondadoso. Ya no habrá más oportunidades Pinocho. Cuídate, y se bueno.
Pinocho asintió y el hada fue alejándose hasta que desapareció y Pinocho abrazó a sus amigos.
Desde entonces Pinocho, no volvió a hacer tratos con duendes y siempre cuidaba de todos sus amigos y el resto de habitantes del pequeño pueblo donde vivía.